El Primer Encuentro
Este día fue el que todos esperamos por mucho tiempo: por fin encontrarnos, conocernos, mirar las caras de aquellas personas a las que, sin saber quiénes eran, les habíamos expresado momentos tan íntimos de nuestras vidas.
La jornada comenzó con un training (muy intenso) de Suzuki dirigido por Header. Lo describiría como un training de resistencia, pero en completa relación con el equilibrio, equilibro de fuerzas opuestas en nuestro cuerpo, principalmente la columna, donde debíamos trabajar con la conciencia de que nuestros isquiones se enterraban en el suelo y nuestra cabeza iba hacia el cielo constantemente, generando líneas y direcciones muy específicas con el cuerpo. Fue un fuerte trabajo de musculatura pero interna, desde el centro, desde la pelvis como gestora de estas líneas energéticas. Para mí fue un trabajo que requiere mucha concentración y control del dolor, porque es fácil empezar a sufrir y decir “no puedo hacer esto”, pero justamente había que enfocarse para superar ese umbral.
Break. Agua. La sala estaba más calurosa que nunca. Sudor.
Luego hicimos un training vocal con Gabriel, tratando de reencontrarnos con el peso de nuestro cuerpo y la respiración, el anclaje hacia la tierra, la libertad y placer de respirar, reconociendo los músculos involucrados en ella. Este fue el primer trabajo donde nos relacionamos con el compañero, trasladando nuestro peso por el espacio, muy sutilmente, encontrando una pequeña vibración y haciendo contacto visual con el otro. Escogimos un compañero para conectarnos con la mirada y jugar con diferentes distancias y ritmos, entregándole a aquella persona nuestro sonido, para luego, lentamente, tomar una mano del compañero y tan solo sentir el peso de su muñeca, entregando y recibiendo, entregando y recibiendo. Era complejo en un principio realmente entregar todo el peso y uno podía notar cuando el otro también tenía cierto tipo de resistencia o control de éste. Poco a poco nos fuimos expandiendo con el resto del brazo hasta utilizar todo el cuerpo del compañero como un soporte, para reconocer la vibración de sus huesos a través de esta dinámica del peso. Reconociendo su sonido debíamos entablar un diálogo musical con el otro, siempre en contacto desde algún punto de nuestro cuerpo. Buscamos sonidos más subterráneos, dirigidos hacia el suelo, tratando de sentir la vibración de todos en éste para, poco a poco separarnos del cuerpo del otro y unirnos entre todos como una gran masa vibratoria. Terminamos en el piso, entramados entre uno y otro, sonando, vibrando, hasta que lentamente dejamos que el sonido se fuese. Finalmente podía sentir como mi respiración fluía, mis músculos se expandían sin esfuerzo y había una total entrega del cuerpo hacía el piso. Algunos se emocionaron.
Después, coreografía de la silla. En media hora repasamos la estructura de la silla y le enseñamos a ellos la parte final que no sabían. Fue harto más sencillo que las otras veces que tuvimos que repasarlo entre nosotros, pues ya todos lo teníamos más incorporado en el cuerpo.
Terminamos la jornada con nuestro primer ejercicio escénico en conjunto. En base a nuestros monólogos de un hecho que nos cambió la vida nos reunimos en grupos y nos contamos, nuevamente, nuestra historia al otro. Tuvimos una hora para contarlo y armar algo. Podíamos ocupar material de lo que habíamos hecho anteriormente, pero todos hicimos algo totalmente nuevo. En mi gurpo nuestras historias convergieron en una búsqueda de libertad, una necesidad de expresar algo o querer salir de un lugar, no poder, y porfin lograrlo. En relación al tiempo y la comunicación fue dificultoso consolidar algo que contuviese lo conversado pero fuimos probando y jugando hasta armar algo. Cuando mostramos todos, a pesar de que, para mi, los ejercicios eran un tanto ingenuos escénicamente y poco complejos, creo que hubo varios puntos en común. Todos tenían una relación con el decir algo, tener algo guardado que carcomía por dentro, querer ser escuchado por otro porque en realidad nadie te escucha y todos quieren contar su historia, o las diferentes formas de decir una palabra, una frase, que siempre has querido decir. Todos tenemos secretos guardados y muchas veces los mismos conflictos y sentires a pesar de la cultura y distancia. Nos dimos cuenta también que no aprovechamos nuestra propia dificultad de comunicarnos entre nosotros, pues puede ser un material muy entretenido escénicamente vernos a nosotros mismo tratando de decirnos algo y por solo la necesidad de ser entendido, cómo va a apareciendo el cuerpo, el gesto, la intención. Ahí realmente hay un diálogo, porque toda nuestra energía está enfocada en recibir lo que el otro te da para comprenderlo, no hay opciones de no escuchar. Ahora que lo pienso es algo que no ocurrió en nuestras muestras Como típico primer ejercicio de algo, no estábamos dialogando realmente entre nosotros sino más bien en una forma. Pero había que probar, ver qué resultaba de nuestro primer encuentro para ir desentrañando eso que nos une.
Fue un riquísimo y ameno día de trabajo, todos nosotros estábamos nerviosos y expectantes, no sabíamos realmente a qué ni a quiénes nos enfrentaríamos, pero resultó en un trabajo totalmente honesto y desde la absoluta apertura y entrega. Aún para todos es una gran incógnita qué resultará de todo esto, y provoca un poco de miedo e incertidumbre, pero es ahí donde, pacientemente, hay que adentrarse.